LUCHA LIBRE, ESE GOLPE TEATRAL
POR RAÚL TORTOLERO
Una escalera de crudo cemento empapado de mortecina luz. Huele a silencio frío. Es la antesala del cuadrilátero, teatro del dolor. Nadie está aquí. Desciende lento, paso a paso. Sistema muscular de dos metros de altura. Envuelto todo, pantalón y camisa, por una larga capa negra. Máscara de brilloso dorado cuyo tejido en los ojos no permite adivinar un rostro. Presencia cual brote alucinado, este hombre –si lo es- perfora la realidad. Su nombre, Tinieblas.
Pasa de largo generando un temor sanguíneo, como un sacerdote de un extraño culto, adentrado en su más allá personal, subyugado por un viaje cósmico interior.
Lo gris de los escalones vuelve a estar solo y mudo. Único testigo, un charco pareciera querer sustraerse de estas apariciones. Surge otra: un extrañísimo personaje de unos 50 centímetros de estatura, todo untado en pelo caprino, la cara incluso. Avanza impertérrito y silente. Se trata de Alusha. Las luchas estelares pronto arrancarán. Pero retrocedamos un poco.
DELIRANTE GALERÍA
Las taquillas saben transformar kilos de un cierto papel en otro, billetes en boletos. Devoran lo primero y escupen lo segundo. Plásticos amarillos en el suelo con 60 ó 70 rostros distintos. Una galería plenamente surrealista llena de ojos de araña, caras silveradas, expresiones gatunas, tela rosa encendido, misterio, peluche blanquecino, aplicaciones murcielagosas, demoniacas de infierno de juguete, prehispánicas, mortuorias, o llanas y simples.
En venta, fotos charoleadas con el luchador que se quiera. Niños, un caudal. Ansiosos. Estimuladas sus redes nerviosas por el estruendo musical de Elvis Crespo. El empresario Carlos Pérez Frausto, en traje, fuma, pálido. Son las 8:40 pm. La función, señala el programa, empieza en cinco minutos. ¿Qué se oye? El baile del sapito. Y se licúa con las bocas chiflantes que empujan a que este deporte, o teatro fantástico, empiece a mostrar sus frutos.
Estamos en el Palenque de la Feria en Aguascalientes capital. Las butacas dan asiento a cinco mil gargantas desgañitándose, y esto está casi lleno. Matrimonios de clase media, raza blanca, ojos de mar, con un nene igual de espectante que ese otro, muy moreno, playera de 20 pesos. Los boletos son baratos. Entre 40 y 60 pesos. Éste es además un homenaje al Perro Aguayo. Que se verá más tarde caminar lento pues fue operado.
Pérez Frausto anuncia desde el micro a las Bestias Negras I y II con Kylie Minogue fondeando tras su rugir. Y Mr. Cosmos y Astro Boy irrumpen en el cuadrilátero. Una chava con ojos de toro loco vocifera de inmediato:
-¡Mátalo, mátalo!
DESEAMOS VIOLENCIA QUE NO DUELA
Y la concurrencia exige castigo al luchador que no le agrada. Si hay una patada, una llave, rugen: "Otra, otra". Una trompeta plástica gruñe. ¿Shows interactivos? Éste debe ser el rey. Eso, si entendemos por interactivo la compenetración del pópulo y los luchadores, quienes son observados acuciosamente...
Cuando Astroboy falla al rebotar un pie en el encordado, enmarañándose, le cae encima un piano de chiflantinas. Hay aquí cachetadas telenoveleras. De eso ni dudar. Pero hay golpes muy reales, sobre todo las caídas. Porque la lona retumba sin cesar. Y hay, abajo del ring, catarsis, liberación de toxinas de carne de puerco vía sudor y gritos, destilación de neurosis de oficina, de estrés del metro, y acaso de la más pertinaz y generalizada de las neurosis, la de la pobreza.
Guillermo Cortés, dice a sus 12 años: "Me gusta la lucha libre por los golpes, ver cómo se pegan, me emociono. Vengo a ver a Alushe y el adiós al Perro Aguayo. Pero el mejor de todos es el Hijo del Santo".
Su prima Norma Vázquez es igual fan de este show: "Sólo pueden pelear todos contra todos si hay ruleta rusa. Es como en la calle", jura. Todo, siempre, a tres consabidas caídas.
Show raro. Nada que ver con el box. Por ejemplo, he aquí luchando al Crazzy Boy. Está disfrazado de mujer. De ademanes afeminados, cobra risas. Cabello teñido de rubio, ojos y boca pintados, aretes grandes. Pelea con sus mallones amarillos y coquetas botitas blancas. Contra Katsumi Kanai.
Y cuando logran echarlo abajo del encordado, el irrespetuoso respetable pide, en lugar de sangre, "beso, beso, beso". Y se lo da Crazzy Boy. Ríen entonces los panzones, los niños y los viejillos, todos. Luego en un descuido besa a Hooligan II y gritan: "Puto, puto, puto". Así que empiezan las trompadas, el teatro, revuelto con lo real.
Así es México. Y cuando sí se lastiman en serio, pocos lo creen.
El médico en turno confiesa que los luchadores a menudo tienen derrames cerebrales, que casi siempre les pasa algo, aunque es generalmente superficial. Este urgenciólogo ha atendido luxaciones, torceduras, de todo. Se acerca Crazzy Boy a pedirle "chochos" para el dolor. Porque le duele la mandíbula.
País, gente rara: vienen a ver golpizas, ah, pero no quieren que se las den en serio. Quieren que haya mucha saña. Pero que nadie salga lastimado. Y es que si bien esto es catarsis, lo es mediante extraños caminos: gritos, sí, que mátalo y estrangúlalo, que órcalo, pero los golpes sólo producen risa, y alegre diversión. Ejemplo: abren a Gallo Boy de piernas en la lona y un Hoollingan le da cabezazos en los testículos. Ay dolor, ya me volviste a dar. No hay tragedia, ni pérdida de la herencia, sino risas.
Sigue Tinieblas con Alushe, Spiderman y Olímpico contra el Último Guerrero, el Duende y Rey Bucanero. La cosa se inflama. Las caras denotan un intenso gusto. Y las barrigas están llenas de botanas, sodas o chelas. Y se detona la violencia.
DESAHOGO E INFLUENCIA POPULAR
Desde que el hombre es hombre lucha, se enfrenta a otros. Los antiguos griegos convirtieron la lucha en algo más que un deporte y lo dotaron de reglas. El teórico Roland Barthes abordó la lucha libre actual en su libro Mitologías. Para él, a la gente no le importa si se trata de “un deporte falseado”, porque lo que importa de fondo es “lo que se ve, no lo que se cree”.
Para él, no se trata de un deporte innoble, sino de un espectáculo, el del exceso. Barthes concluye sobre el “Catch” o lucha libre: Se trata, pues, de una verdadera Comedia Humana, donde los matices más sociales de la pasión, encuentran siempre, felizmente, el signo más claro que pueda encarnarlos, expresarlos y llevarlos triunfalmente hasta los confines de la sala. Se comprende que, a esta altura, no importa que la pasión sea auténtica o no”.
Sin embargo, la lucha libre en México posee características propias que la hacen única en el mundo. Y sabrosa.
El Perro Aguayo no es un teórico,pero ha luchado 29 años. “México no es el único país con una gran cultura luchística y gran nivel de luchadores”, dice y pone de ejemplo a Japón.
"Aquí se hace todo a valor puro", se sincera. "Porque donde no hay rings adecuados arriesga uno mucho y hasta la vida. Pero le entramos aunque no vayamos a ganar mucho". Eso significa -lo dice sin lamentos-, que los luchadores mexicanos "son suicidas". Y eso "es lo que los hace distintos a los de otros lugares del mundo". Porque los extranjeros, viendo que no hay condiciones propicias, no pelean.
El significado profundo de la lucha libre varía de un luchador a otro. Es una suma de factores mágicamente ensamblados. Por ejemplo, para Octagoncito, un enanito técnico potente, la lucha es “una posibilidad abierta de escoger si eres técnico o rudo”. La conexión con el público, algo notorio e imprescindible, para Octagoncito significa “demasiado, porque son nuestros fans, nos motivan mucho para estar arriba de un ring”.
Para el Vampiro Canadiense la lucha libre es “ un deporte que me encanta practicar porque tiene mucha influencia y mucho público. Es lo que hago para vivir y es mi pasión”.
La estrecha cercanía con el público en la lucha para el Vampiro significa que “como es un deporte que sale en TV, en todo el país, pues tenemos acceso a varios tipos de públicos. A mí me gusta tener un contacto con la gente, trabajar duro. Luego me dicen: tu personalidad, algo rebelde, me gusta. O es una influencia positiva para mí. Eso es lo importante”.
Para Tinieblas, el significado “más grande de la lucha es que es un deporte profesional que llama a las multitudes, que la vivo, la siento, me meto en mi personaje. La gente viene a desestresarse, a gritar todo lo que se pueda. Lo que no pueden hacer en su casa o en su trabajo, aquí lo vienen a hacer”.
La lucha “es un espectáculo, un show, porque cada quien tiene su manera de trabajar. El que es rudo, tiene que interpretar su papel de rudo, pero para hacerlo debe sentirlo, porque hay luchadores que no lo manifiestan y técnicos que sí. El técnico usa llaveo, contrallaveo, no golpea como el rudo, que usa puños, piernas, una silla, una banca. Está prohibido, pero es el rudo quien enardece al público. Hay muchísimos rudos que la gente quiere hasta matarlos en cierto momento”.
Los luchadores reconocidos pueden ganar bien. Los que más ganan, se dice que obtienen hasta 20 mil pesos por función. Otros ganan menos de cuatro mil pesos.
“TODO SER PROFUNDO NECESITA UNA MÁSCARA”
El significado de usar máscaras es muy amplio. Cabe resaltar la hondísima cultura de máscaras en las danzas tradicionales de todo el país. Mucho antes de la Conquista, aquí las máscaras eran usadas para representar fuerzas, espíritus, deidades. La lucha libre sin duda se nutre de esta sangre. El pensador alemán Federico Nietzsche, precursor de la filosofía de la sospecha, escribió alguna vez: “Todo ser profundo necesita una máscara”. Mas tras la máscara “no hay nada”, todos somos sólo máscara, la esencia es “máscara”, agregarían después los teóricos de la posmodernidad.
Habla Octagoncito: “Sirven para despertar la curiosidad de la gente. O para que donde yo viva nadie sepa que soy luchador. Incluso evitar un posible secuestro, porque se piensa que ganamos mucho”.
-¿Qué pasaría si te desenmascararan? –le preguntamos.
-Quién sabe, el público puede aceptarte sin máscara o no. Sería cosa del destino.
Si el subcomandante Marcos se desenmascarara, perdería “su encanto, su estilo, y su magia. Debe seguirlo teniendo el público como alguien que protege, que defiende, como yo lo hice en la película las Aventuras de Capulina”, compara Tinieblas.
Un tema que sólo los mexicanos podemos acaso comprender. Como canadiense, el Vampiro rubio y tatuado dice no entender el significado de la máscara en México. Y como no ha desenmascarado a nadie, “pues menos”. Critica que la pérdida de cabellera, por ejemplo, les duela a otros “porque son muy machos. Yo no, para qué”.
Las máscaras significan “mucho para mí, porque cuando yo me pongo la mía, soy otro. Esa es la magia”. Y si un día la perdiera -que no la ha perdido aún-, “se acaba Tinieblas”, dice este combatiente.
-¿Qué tan mágica es la lucha libre? –se le pregunta a Tinieblas.
-Magia sí hay, porque un personaje enmascarado la tiene al interpretar su personaje. Si tú usas tu máscara y te la quitas delante del público, se termina ese encanto.
Los nombres que escogen los luchadores son extraños, simpáticos y hasta ridículos. “Mexicano”, “Torero” o “Zorro”, suenan tranquilos. Pero otros pueden son extravagantes: “Coco Loco”, “Ice Cream”. O incluso delirantes: “Pancho Tequila”, “Engendro”.
“No sé qué motiva a mis compañeros a ponerse eso nombres”, dice el Perro Aguayo. Este hombre nacido en Nochistlán, Zacatecas, mirada de guerrero chichimeca, recuerda que el mote de "perro", lo obtuvo cuando "le fallaba el oído", de joven, y seguía castigando aún después de que sonaba el silbato a sus oponentes. "Hice mucho daño", de lo cual me arrepiento hoy. Hoy, dice, luego de haber quedado “cuadrapléjico”, pues en su última pelea le aplastaron cuatro cervicales.
Para Tinieblas, su nombre no evoca nada diabólico. “Creo bastante en Dios y un padre es mi asesor. Creo en la Virgen y siempre rezo el Padrenuestro”. Tinieblas surge de una revista de lucha libre, que era ciego.
LLAVES, CONTRALLAVES Y VUELOS
“El público no es tonto. Va a ver un show bueno. Uno se gana el cariño o desprecio; el chiste es no pasar desapercibido”, considera Perro Aguayo. Dice que no es que la lucha sea un “teatro”, pero acepta que hay planeación, “como en el fut, en el box, y se trata de salir bien librado. Sí puede uno salir lastimado, pero si el luchador se levanta, la gente dice, `ya ves, no le pasó nada´, así caiga de tres metros”.
Las llaves usadas por los luchadores –sean de la Triple A o de otra empresa- cambian ajustándose a los gustos del irrespetuoso respetable. “Hay muchas variedades de llaves y golpes”, dice Octagoncito. “Mucha gente está usando la silla y la escalera”. Pero, eso sí, “esto no es teatro”, y muestra el labio roto. “Tengo muchos golpes internos que la gente no ve”. ¿Maroma? “Sí se dan muchas. Y circo, pues no, porque es real. Quien lo dude que se suba a un ring”.
“A mí me gusta un estilo de artes marciales con más patadas, más golpes y más llaves y palancas, cosas de judo. Golpes más efectivos, más reales. En la lucha libre mexicana hay muchísimas llaves. Pero yo veo que todo mundo lucha en la lona o está volando, pero nadie usa patadas o golpes estilo Japón. Yo sí”, opina Vampiro Canadiense.
La relación con la familia y el apoyo que se recibe de ella es un factor trascendente para los luchadores. Su familia está orgullosa de él, se ufana el Vampiro. Lo apoya y luego de 12 años luchando, aún más. “En Canadá la lucha libre no existe y en Estados Unidos hace 20 años era no tan grande y había mucha política. Entonces alguien me dijo, si quieres aprender lucha, el mejor lugar es Japón o México”.
Al tabasqueño Octagoncito en todo tiempo su familia lo ha apoyado. También la suya a Tinieblas: “He tenido el apoyo de toda mi familia siempre. Recuerdo que cuando mis hijos eran muy pequeñitos era algo fantástico que yo fuera Tinieblas. Me veían en los cómics y en las películas. En las escuelas le decían a mis hijos que su ídolo era Tinieblas, o Santo, o Mil Máscaras, y ellos no podían decir nada. Tenían ganas de reconocer que Tinieblas era su papá, pero mejor no decían nada, porque además no les iban a creer, jajaja”, relata.
GRACIAS, SERVIDOS
-¿Quién es el mejor luchador de todo los tiempos? –se le cuestiona al Vampiro Canadiense.
-¡Yo!, grita. Bueno, Great Muta, de Japón. De México, Mil Máscaras. Todo mundo dice El Santo, pero cuando yo era niño en Canadá, pasaban las películas de Mil Máscaras. Él era famoso en Estados Unidos y Japón, mucho más famoso que el Santo.
El luchador más grande de todos los tiempos, juzga Octagoncito, es El Santo. “El Santo es el mejor”, coincide Tinieblas. “No era tan Santo. “Pero cómo se desplazaba, hacía su llaveo y contrallaveo y les ganaba a sus rivales, a la gente le maravillaba y se volvió técnico”.
Son las 11:30 pm. Superaplauden la entrada al encordado del Vampiro Canadiense. Las edecanes lo rodean. Uff. El buen Vampiro le agarra las nalgas a un fotógrafo subido al ring. Todos ríen. Y vienen las llaves: Zumbido hace “la casita” a Vampiro. Luego éste aplica la enredadera al Universo 2000 que pelea del lado de Zumbido. Unos chavos insultan fuerte a Zumbido, mohicano rubio de traje rojo. Y a Universo 2000 igual.
Pero Zumbido se las regresa. La gente ama meterse con los luchadores.
Un poco de payasos de banqueta, con golpes equivocados intencionales. La ficción es real y la realidad es ficción. Pero la ficción funciona, divierte, es negocio y... genera moretones. Zumbido se toma tiempo, señala a todo el público y se la mienta. Va y roba una trompetita a un niño y trompetea la cabeza de Vampiro.
Arriba el Universo 2000 atora en una cruceta invertida al Negro Casas y abajo abaratan al Vampiro encima de las primeras filas del irrespetuoso respetable. El Negro hace "la silla" contra Zumbido. Es decir, vuela por encima de las cuerdas y le cae encima atrapándolo con las piernas.
Al final, triunfan Vampiro y el Negro, con dos caídas consecutivas.
Es ya medianoche. Se queda aquí el sudor en la lona, batido con la oscuridad, los cenitales graves y ámbar, el susurrar de los grillos y el aroma de las complacidas voces de niños.
(RECUADRO 1)
CINE DE LUCHA LIBRE
El cine de lucha libre se considera todo un género dentro de la cinematografía nacional. Es una especial aportación gustada dentro y fuera del país al séptimo arte. Aquí queda fuera de discusión la calidad de algunas cintas, de las actuaciones o de los maquillajes. Pero cabe resaltar la gran fantasía con que fueron pensadas, la abundancia de personajes sobrenaturales, la lucha misma ,el humor -voluntario o no-, y la diversión que aportan.
Durante una velada en casa del fallecido Indio Fernández, luego de una ponencia de José Emilio Pacheco, se comentó que en Italia hubo una época en que cuando se exhibían películas de El Santo, la gente corría a verlas, pensando siempre en que eran claros ejemplos de un surrealismo sui generis, el mexicano.
Sólo El Santo participó en más de 50 cintas. Que rodaron por el mundo. Su primera fue "El Santo contra el Cerebro del Mal" realizada en 1958. Una de ellas: "Las Momias de Guanajuato". Imagínese, muertas hace centurias, tiesas como discurso oficial y sacadas sin peinar de la tumba sólo para pelear contra un musculoso Enmascarado de Plata. Pero no sólo contra ellas luchaba, sino contra todos los ejemplos exóticos que para los mexicanos pudieran simbolizar el mal. Bueno, un remedo de mal. Esto se muestra en lo títulos de las cintas: "Las mujeres vampiro", "El Santo contra la invasión de los marcianos", o "La venganza de la llorona".
Otros tres personajes de la lucha libre mexicana que hicieron época en el cine fueron Blue Demon, Mil Máscaras y Wolf Ruvinskis. Algunos títulos fueron protagonizados por El Santo y Blue Demon juntos: "El Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos", "Santo y Blue Demon contra los monstruos" o " El Santo contra Blue Demon en la Atlántida".
Blue Demon actuó en más de 25 cintas. Siendo un demonio pintado de azul (desde 2000 hay muchos) peleaba contra seres malignos. Algunas de sus cintas son: "Blue Demon, el Demonio Azul", "Blue Demon contra las Diabólicas", "Blue Demon contra el Poder Satánico", "Arañas infernales", o "Blue Demon contra Cerebros Infernales". Otro gran luchador es el Mil Máscaras. Se le conocieron más de 10 cintas. Entre ellas: "Mil Máscaras", "Los vampiros de Coyoacán"; "Las vampiras", "Leyendas macabras de la colonia". Wolf Ruvinskis hizo más de 15 filmes. "La bestia magnífica", y "Ladrón de cadáveres", son dos ejemplos. Muchos más luchadores han hecho cine. Por ejemplo Huracán Ramírez, Tinieblas, El Hijo del Santo, Octagón, Atlantis. Existen también películas de luchadoras.
(RECUADRO 2)
EL SANTO Y BLUE DEMON
Al nombre de El Santo siempre le siguió la leyenda: "El enmascarado de plata". Su verdadero nombre fue Rodolfo GuzmánHuerta. Nacido en 1917 en el estado de Hidalgo, debuta el 26 de julio de 1942 en la Arena México. Fallece en 1984. Su último combate ocurrió el 12 de septiembre de 1982 en el Toreo de Cuatro Caminos. Participaron a su lado Gori Guerrero (su dueto de Pareja Atómica), Huracán Ramírez y El Solitario. Todos contra Negro Navarro, El Perro Aguayo, El Solitario y el Texano. De El Santo se dice que participó, entre 1935 y 1982, en alrededor de 10 mil encuentros, ganando más del 70 por ciento de ellos. Triunfó en campeonatos de Nacional Medio, Mundial Welter, Nacional Semicompleto y Nacional de Parejas.
Cortó cabelleras al mismo Perro Aguayo, al Murciélago Velázquez. Y cobró las máscaras de Black Shadow, El Halcón Negro, y El Espanto I, entre muchas.
Blue Demon, el Demonio Azul, se llamaba en realidad Alejandro Moreno. El hombre que debuta en 1948 en la Arena México contra Juventino Romero, nació en 1922 en Nuevo León. Arrebató la máscara de Espectro II, Rayo de Jalisco y Matemático, entre más. Y la barba de Giussepe Daldone. Creo llaves: "El pulpo" y "el cepo de la muerte". Blue Demon fue discípulo de El Coloso del Norte, Rolando Vera. Fue campeón mundial Welter de NWA, cuando el 25 de Septiembre de 1953 derrota a su eterno contrincante El Santo, en dos caídas consecutivas.
(Publicado en Playboy México)
Periodismo Funk
POR RAÚL TORTOLERO
Una escalera de crudo cemento empapado de mortecina luz. Huele a silencio frío. Es la antesala del cuadrilátero, teatro del dolor. Nadie está aquí. Desciende lento, paso a paso. Sistema muscular de dos metros de altura. Envuelto todo, pantalón y camisa, por una larga capa negra. Máscara de brilloso dorado cuyo tejido en los ojos no permite adivinar un rostro. Presencia cual brote alucinado, este hombre –si lo es- perfora la realidad. Su nombre, Tinieblas.
Pasa de largo generando un temor sanguíneo, como un sacerdote de un extraño culto, adentrado en su más allá personal, subyugado por un viaje cósmico interior.
Lo gris de los escalones vuelve a estar solo y mudo. Único testigo, un charco pareciera querer sustraerse de estas apariciones. Surge otra: un extrañísimo personaje de unos 50 centímetros de estatura, todo untado en pelo caprino, la cara incluso. Avanza impertérrito y silente. Se trata de Alusha. Las luchas estelares pronto arrancarán. Pero retrocedamos un poco.
DELIRANTE GALERÍA
Las taquillas saben transformar kilos de un cierto papel en otro, billetes en boletos. Devoran lo primero y escupen lo segundo. Plásticos amarillos en el suelo con 60 ó 70 rostros distintos. Una galería plenamente surrealista llena de ojos de araña, caras silveradas, expresiones gatunas, tela rosa encendido, misterio, peluche blanquecino, aplicaciones murcielagosas, demoniacas de infierno de juguete, prehispánicas, mortuorias, o llanas y simples.
En venta, fotos charoleadas con el luchador que se quiera. Niños, un caudal. Ansiosos. Estimuladas sus redes nerviosas por el estruendo musical de Elvis Crespo. El empresario Carlos Pérez Frausto, en traje, fuma, pálido. Son las 8:40 pm. La función, señala el programa, empieza en cinco minutos. ¿Qué se oye? El baile del sapito. Y se licúa con las bocas chiflantes que empujan a que este deporte, o teatro fantástico, empiece a mostrar sus frutos.
Estamos en el Palenque de la Feria en Aguascalientes capital. Las butacas dan asiento a cinco mil gargantas desgañitándose, y esto está casi lleno. Matrimonios de clase media, raza blanca, ojos de mar, con un nene igual de espectante que ese otro, muy moreno, playera de 20 pesos. Los boletos son baratos. Entre 40 y 60 pesos. Éste es además un homenaje al Perro Aguayo. Que se verá más tarde caminar lento pues fue operado.
Pérez Frausto anuncia desde el micro a las Bestias Negras I y II con Kylie Minogue fondeando tras su rugir. Y Mr. Cosmos y Astro Boy irrumpen en el cuadrilátero. Una chava con ojos de toro loco vocifera de inmediato:
-¡Mátalo, mátalo!
DESEAMOS VIOLENCIA QUE NO DUELA
Y la concurrencia exige castigo al luchador que no le agrada. Si hay una patada, una llave, rugen: "Otra, otra". Una trompeta plástica gruñe. ¿Shows interactivos? Éste debe ser el rey. Eso, si entendemos por interactivo la compenetración del pópulo y los luchadores, quienes son observados acuciosamente...
Cuando Astroboy falla al rebotar un pie en el encordado, enmarañándose, le cae encima un piano de chiflantinas. Hay aquí cachetadas telenoveleras. De eso ni dudar. Pero hay golpes muy reales, sobre todo las caídas. Porque la lona retumba sin cesar. Y hay, abajo del ring, catarsis, liberación de toxinas de carne de puerco vía sudor y gritos, destilación de neurosis de oficina, de estrés del metro, y acaso de la más pertinaz y generalizada de las neurosis, la de la pobreza.
Guillermo Cortés, dice a sus 12 años: "Me gusta la lucha libre por los golpes, ver cómo se pegan, me emociono. Vengo a ver a Alushe y el adiós al Perro Aguayo. Pero el mejor de todos es el Hijo del Santo".
Su prima Norma Vázquez es igual fan de este show: "Sólo pueden pelear todos contra todos si hay ruleta rusa. Es como en la calle", jura. Todo, siempre, a tres consabidas caídas.
Show raro. Nada que ver con el box. Por ejemplo, he aquí luchando al Crazzy Boy. Está disfrazado de mujer. De ademanes afeminados, cobra risas. Cabello teñido de rubio, ojos y boca pintados, aretes grandes. Pelea con sus mallones amarillos y coquetas botitas blancas. Contra Katsumi Kanai.
Y cuando logran echarlo abajo del encordado, el irrespetuoso respetable pide, en lugar de sangre, "beso, beso, beso". Y se lo da Crazzy Boy. Ríen entonces los panzones, los niños y los viejillos, todos. Luego en un descuido besa a Hooligan II y gritan: "Puto, puto, puto". Así que empiezan las trompadas, el teatro, revuelto con lo real.
Así es México. Y cuando sí se lastiman en serio, pocos lo creen.
El médico en turno confiesa que los luchadores a menudo tienen derrames cerebrales, que casi siempre les pasa algo, aunque es generalmente superficial. Este urgenciólogo ha atendido luxaciones, torceduras, de todo. Se acerca Crazzy Boy a pedirle "chochos" para el dolor. Porque le duele la mandíbula.
País, gente rara: vienen a ver golpizas, ah, pero no quieren que se las den en serio. Quieren que haya mucha saña. Pero que nadie salga lastimado. Y es que si bien esto es catarsis, lo es mediante extraños caminos: gritos, sí, que mátalo y estrangúlalo, que órcalo, pero los golpes sólo producen risa, y alegre diversión. Ejemplo: abren a Gallo Boy de piernas en la lona y un Hoollingan le da cabezazos en los testículos. Ay dolor, ya me volviste a dar. No hay tragedia, ni pérdida de la herencia, sino risas.
Sigue Tinieblas con Alushe, Spiderman y Olímpico contra el Último Guerrero, el Duende y Rey Bucanero. La cosa se inflama. Las caras denotan un intenso gusto. Y las barrigas están llenas de botanas, sodas o chelas. Y se detona la violencia.
DESAHOGO E INFLUENCIA POPULAR
Desde que el hombre es hombre lucha, se enfrenta a otros. Los antiguos griegos convirtieron la lucha en algo más que un deporte y lo dotaron de reglas. El teórico Roland Barthes abordó la lucha libre actual en su libro Mitologías. Para él, a la gente no le importa si se trata de “un deporte falseado”, porque lo que importa de fondo es “lo que se ve, no lo que se cree”.
Para él, no se trata de un deporte innoble, sino de un espectáculo, el del exceso. Barthes concluye sobre el “Catch” o lucha libre: Se trata, pues, de una verdadera Comedia Humana, donde los matices más sociales de la pasión, encuentran siempre, felizmente, el signo más claro que pueda encarnarlos, expresarlos y llevarlos triunfalmente hasta los confines de la sala. Se comprende que, a esta altura, no importa que la pasión sea auténtica o no”.
Sin embargo, la lucha libre en México posee características propias que la hacen única en el mundo. Y sabrosa.
El Perro Aguayo no es un teórico,pero ha luchado 29 años. “México no es el único país con una gran cultura luchística y gran nivel de luchadores”, dice y pone de ejemplo a Japón.
"Aquí se hace todo a valor puro", se sincera. "Porque donde no hay rings adecuados arriesga uno mucho y hasta la vida. Pero le entramos aunque no vayamos a ganar mucho". Eso significa -lo dice sin lamentos-, que los luchadores mexicanos "son suicidas". Y eso "es lo que los hace distintos a los de otros lugares del mundo". Porque los extranjeros, viendo que no hay condiciones propicias, no pelean.
El significado profundo de la lucha libre varía de un luchador a otro. Es una suma de factores mágicamente ensamblados. Por ejemplo, para Octagoncito, un enanito técnico potente, la lucha es “una posibilidad abierta de escoger si eres técnico o rudo”. La conexión con el público, algo notorio e imprescindible, para Octagoncito significa “demasiado, porque son nuestros fans, nos motivan mucho para estar arriba de un ring”.
Para el Vampiro Canadiense la lucha libre es “ un deporte que me encanta practicar porque tiene mucha influencia y mucho público. Es lo que hago para vivir y es mi pasión”.
La estrecha cercanía con el público en la lucha para el Vampiro significa que “como es un deporte que sale en TV, en todo el país, pues tenemos acceso a varios tipos de públicos. A mí me gusta tener un contacto con la gente, trabajar duro. Luego me dicen: tu personalidad, algo rebelde, me gusta. O es una influencia positiva para mí. Eso es lo importante”.
Para Tinieblas, el significado “más grande de la lucha es que es un deporte profesional que llama a las multitudes, que la vivo, la siento, me meto en mi personaje. La gente viene a desestresarse, a gritar todo lo que se pueda. Lo que no pueden hacer en su casa o en su trabajo, aquí lo vienen a hacer”.
La lucha “es un espectáculo, un show, porque cada quien tiene su manera de trabajar. El que es rudo, tiene que interpretar su papel de rudo, pero para hacerlo debe sentirlo, porque hay luchadores que no lo manifiestan y técnicos que sí. El técnico usa llaveo, contrallaveo, no golpea como el rudo, que usa puños, piernas, una silla, una banca. Está prohibido, pero es el rudo quien enardece al público. Hay muchísimos rudos que la gente quiere hasta matarlos en cierto momento”.
Los luchadores reconocidos pueden ganar bien. Los que más ganan, se dice que obtienen hasta 20 mil pesos por función. Otros ganan menos de cuatro mil pesos.
“TODO SER PROFUNDO NECESITA UNA MÁSCARA”
El significado de usar máscaras es muy amplio. Cabe resaltar la hondísima cultura de máscaras en las danzas tradicionales de todo el país. Mucho antes de la Conquista, aquí las máscaras eran usadas para representar fuerzas, espíritus, deidades. La lucha libre sin duda se nutre de esta sangre. El pensador alemán Federico Nietzsche, precursor de la filosofía de la sospecha, escribió alguna vez: “Todo ser profundo necesita una máscara”. Mas tras la máscara “no hay nada”, todos somos sólo máscara, la esencia es “máscara”, agregarían después los teóricos de la posmodernidad.
Habla Octagoncito: “Sirven para despertar la curiosidad de la gente. O para que donde yo viva nadie sepa que soy luchador. Incluso evitar un posible secuestro, porque se piensa que ganamos mucho”.
-¿Qué pasaría si te desenmascararan? –le preguntamos.
-Quién sabe, el público puede aceptarte sin máscara o no. Sería cosa del destino.
Si el subcomandante Marcos se desenmascarara, perdería “su encanto, su estilo, y su magia. Debe seguirlo teniendo el público como alguien que protege, que defiende, como yo lo hice en la película las Aventuras de Capulina”, compara Tinieblas.
Un tema que sólo los mexicanos podemos acaso comprender. Como canadiense, el Vampiro rubio y tatuado dice no entender el significado de la máscara en México. Y como no ha desenmascarado a nadie, “pues menos”. Critica que la pérdida de cabellera, por ejemplo, les duela a otros “porque son muy machos. Yo no, para qué”.
Las máscaras significan “mucho para mí, porque cuando yo me pongo la mía, soy otro. Esa es la magia”. Y si un día la perdiera -que no la ha perdido aún-, “se acaba Tinieblas”, dice este combatiente.
-¿Qué tan mágica es la lucha libre? –se le pregunta a Tinieblas.
-Magia sí hay, porque un personaje enmascarado la tiene al interpretar su personaje. Si tú usas tu máscara y te la quitas delante del público, se termina ese encanto.
Los nombres que escogen los luchadores son extraños, simpáticos y hasta ridículos. “Mexicano”, “Torero” o “Zorro”, suenan tranquilos. Pero otros pueden son extravagantes: “Coco Loco”, “Ice Cream”. O incluso delirantes: “Pancho Tequila”, “Engendro”.
“No sé qué motiva a mis compañeros a ponerse eso nombres”, dice el Perro Aguayo. Este hombre nacido en Nochistlán, Zacatecas, mirada de guerrero chichimeca, recuerda que el mote de "perro", lo obtuvo cuando "le fallaba el oído", de joven, y seguía castigando aún después de que sonaba el silbato a sus oponentes. "Hice mucho daño", de lo cual me arrepiento hoy. Hoy, dice, luego de haber quedado “cuadrapléjico”, pues en su última pelea le aplastaron cuatro cervicales.
Para Tinieblas, su nombre no evoca nada diabólico. “Creo bastante en Dios y un padre es mi asesor. Creo en la Virgen y siempre rezo el Padrenuestro”. Tinieblas surge de una revista de lucha libre, que era ciego.
LLAVES, CONTRALLAVES Y VUELOS
“El público no es tonto. Va a ver un show bueno. Uno se gana el cariño o desprecio; el chiste es no pasar desapercibido”, considera Perro Aguayo. Dice que no es que la lucha sea un “teatro”, pero acepta que hay planeación, “como en el fut, en el box, y se trata de salir bien librado. Sí puede uno salir lastimado, pero si el luchador se levanta, la gente dice, `ya ves, no le pasó nada´, así caiga de tres metros”.
Las llaves usadas por los luchadores –sean de la Triple A o de otra empresa- cambian ajustándose a los gustos del irrespetuoso respetable. “Hay muchas variedades de llaves y golpes”, dice Octagoncito. “Mucha gente está usando la silla y la escalera”. Pero, eso sí, “esto no es teatro”, y muestra el labio roto. “Tengo muchos golpes internos que la gente no ve”. ¿Maroma? “Sí se dan muchas. Y circo, pues no, porque es real. Quien lo dude que se suba a un ring”.
“A mí me gusta un estilo de artes marciales con más patadas, más golpes y más llaves y palancas, cosas de judo. Golpes más efectivos, más reales. En la lucha libre mexicana hay muchísimas llaves. Pero yo veo que todo mundo lucha en la lona o está volando, pero nadie usa patadas o golpes estilo Japón. Yo sí”, opina Vampiro Canadiense.
La relación con la familia y el apoyo que se recibe de ella es un factor trascendente para los luchadores. Su familia está orgullosa de él, se ufana el Vampiro. Lo apoya y luego de 12 años luchando, aún más. “En Canadá la lucha libre no existe y en Estados Unidos hace 20 años era no tan grande y había mucha política. Entonces alguien me dijo, si quieres aprender lucha, el mejor lugar es Japón o México”.
Al tabasqueño Octagoncito en todo tiempo su familia lo ha apoyado. También la suya a Tinieblas: “He tenido el apoyo de toda mi familia siempre. Recuerdo que cuando mis hijos eran muy pequeñitos era algo fantástico que yo fuera Tinieblas. Me veían en los cómics y en las películas. En las escuelas le decían a mis hijos que su ídolo era Tinieblas, o Santo, o Mil Máscaras, y ellos no podían decir nada. Tenían ganas de reconocer que Tinieblas era su papá, pero mejor no decían nada, porque además no les iban a creer, jajaja”, relata.
GRACIAS, SERVIDOS
-¿Quién es el mejor luchador de todo los tiempos? –se le cuestiona al Vampiro Canadiense.
-¡Yo!, grita. Bueno, Great Muta, de Japón. De México, Mil Máscaras. Todo mundo dice El Santo, pero cuando yo era niño en Canadá, pasaban las películas de Mil Máscaras. Él era famoso en Estados Unidos y Japón, mucho más famoso que el Santo.
El luchador más grande de todos los tiempos, juzga Octagoncito, es El Santo. “El Santo es el mejor”, coincide Tinieblas. “No era tan Santo. “Pero cómo se desplazaba, hacía su llaveo y contrallaveo y les ganaba a sus rivales, a la gente le maravillaba y se volvió técnico”.
Son las 11:30 pm. Superaplauden la entrada al encordado del Vampiro Canadiense. Las edecanes lo rodean. Uff. El buen Vampiro le agarra las nalgas a un fotógrafo subido al ring. Todos ríen. Y vienen las llaves: Zumbido hace “la casita” a Vampiro. Luego éste aplica la enredadera al Universo 2000 que pelea del lado de Zumbido. Unos chavos insultan fuerte a Zumbido, mohicano rubio de traje rojo. Y a Universo 2000 igual.
Pero Zumbido se las regresa. La gente ama meterse con los luchadores.
Un poco de payasos de banqueta, con golpes equivocados intencionales. La ficción es real y la realidad es ficción. Pero la ficción funciona, divierte, es negocio y... genera moretones. Zumbido se toma tiempo, señala a todo el público y se la mienta. Va y roba una trompetita a un niño y trompetea la cabeza de Vampiro.
Arriba el Universo 2000 atora en una cruceta invertida al Negro Casas y abajo abaratan al Vampiro encima de las primeras filas del irrespetuoso respetable. El Negro hace "la silla" contra Zumbido. Es decir, vuela por encima de las cuerdas y le cae encima atrapándolo con las piernas.
Al final, triunfan Vampiro y el Negro, con dos caídas consecutivas.
Es ya medianoche. Se queda aquí el sudor en la lona, batido con la oscuridad, los cenitales graves y ámbar, el susurrar de los grillos y el aroma de las complacidas voces de niños.
(RECUADRO 1)
CINE DE LUCHA LIBRE
El cine de lucha libre se considera todo un género dentro de la cinematografía nacional. Es una especial aportación gustada dentro y fuera del país al séptimo arte. Aquí queda fuera de discusión la calidad de algunas cintas, de las actuaciones o de los maquillajes. Pero cabe resaltar la gran fantasía con que fueron pensadas, la abundancia de personajes sobrenaturales, la lucha misma ,el humor -voluntario o no-, y la diversión que aportan.
Durante una velada en casa del fallecido Indio Fernández, luego de una ponencia de José Emilio Pacheco, se comentó que en Italia hubo una época en que cuando se exhibían películas de El Santo, la gente corría a verlas, pensando siempre en que eran claros ejemplos de un surrealismo sui generis, el mexicano.
Sólo El Santo participó en más de 50 cintas. Que rodaron por el mundo. Su primera fue "El Santo contra el Cerebro del Mal" realizada en 1958. Una de ellas: "Las Momias de Guanajuato". Imagínese, muertas hace centurias, tiesas como discurso oficial y sacadas sin peinar de la tumba sólo para pelear contra un musculoso Enmascarado de Plata. Pero no sólo contra ellas luchaba, sino contra todos los ejemplos exóticos que para los mexicanos pudieran simbolizar el mal. Bueno, un remedo de mal. Esto se muestra en lo títulos de las cintas: "Las mujeres vampiro", "El Santo contra la invasión de los marcianos", o "La venganza de la llorona".
Otros tres personajes de la lucha libre mexicana que hicieron época en el cine fueron Blue Demon, Mil Máscaras y Wolf Ruvinskis. Algunos títulos fueron protagonizados por El Santo y Blue Demon juntos: "El Santo y Blue Demon en el mundo de los muertos", "Santo y Blue Demon contra los monstruos" o " El Santo contra Blue Demon en la Atlántida".
Blue Demon actuó en más de 25 cintas. Siendo un demonio pintado de azul (desde 2000 hay muchos) peleaba contra seres malignos. Algunas de sus cintas son: "Blue Demon, el Demonio Azul", "Blue Demon contra las Diabólicas", "Blue Demon contra el Poder Satánico", "Arañas infernales", o "Blue Demon contra Cerebros Infernales". Otro gran luchador es el Mil Máscaras. Se le conocieron más de 10 cintas. Entre ellas: "Mil Máscaras", "Los vampiros de Coyoacán"; "Las vampiras", "Leyendas macabras de la colonia". Wolf Ruvinskis hizo más de 15 filmes. "La bestia magnífica", y "Ladrón de cadáveres", son dos ejemplos. Muchos más luchadores han hecho cine. Por ejemplo Huracán Ramírez, Tinieblas, El Hijo del Santo, Octagón, Atlantis. Existen también películas de luchadoras.
(RECUADRO 2)
EL SANTO Y BLUE DEMON
Al nombre de El Santo siempre le siguió la leyenda: "El enmascarado de plata". Su verdadero nombre fue Rodolfo GuzmánHuerta. Nacido en 1917 en el estado de Hidalgo, debuta el 26 de julio de 1942 en la Arena México. Fallece en 1984. Su último combate ocurrió el 12 de septiembre de 1982 en el Toreo de Cuatro Caminos. Participaron a su lado Gori Guerrero (su dueto de Pareja Atómica), Huracán Ramírez y El Solitario. Todos contra Negro Navarro, El Perro Aguayo, El Solitario y el Texano. De El Santo se dice que participó, entre 1935 y 1982, en alrededor de 10 mil encuentros, ganando más del 70 por ciento de ellos. Triunfó en campeonatos de Nacional Medio, Mundial Welter, Nacional Semicompleto y Nacional de Parejas.
Cortó cabelleras al mismo Perro Aguayo, al Murciélago Velázquez. Y cobró las máscaras de Black Shadow, El Halcón Negro, y El Espanto I, entre muchas.
Blue Demon, el Demonio Azul, se llamaba en realidad Alejandro Moreno. El hombre que debuta en 1948 en la Arena México contra Juventino Romero, nació en 1922 en Nuevo León. Arrebató la máscara de Espectro II, Rayo de Jalisco y Matemático, entre más. Y la barba de Giussepe Daldone. Creo llaves: "El pulpo" y "el cepo de la muerte". Blue Demon fue discípulo de El Coloso del Norte, Rolando Vera. Fue campeón mundial Welter de NWA, cuando el 25 de Septiembre de 1953 derrota a su eterno contrincante El Santo, en dos caídas consecutivas.
(Publicado en Playboy México)
Periodismo Funk
1 comentario:
oye jeanila esta mierda esta jeanil dever aber mas de esto oye sabes donde y como puedo aprender lucha libre en leon gto.
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